Las autoridades de los tres órdenes de gobierno deben superar la obsesión por obtener “logros” basados solo en la modificación de algunos indicadores aislados usados en la medición de la pobreza.
Los nuevos datos del Módulo de Condiciones Socioeconómicas (MCS) 2015revivieron un debate ya superado sobre la medición de la pobreza. Es un paso atrás.
Las autoridades de los tres órdenes de gobierno deben superar la obsesión por obtener “logros” basados solo en la modificación de algunos indicadores aislados usados en la medición de la pobreza.
Lo importante es que nuestro país logre acuerdos para contar con una estrategia de Estado que permita erradicar la pobreza, promover la movilidad social y cerrar las brechas de desigualdad en el ejercicio de derechos sociales en las próximas décadas.
La adopción de metas nacionales de la Agenda 2030 de la ONU abre la oportunidad para lograr un acuerdo nacional frente a la pobreza y la desigualdad, con un horizonte de largo plazo, que trasciende periodos de gobierno, permite participación de la sociedad, de los gobiernos locales y el monitoreo de la comunidad internacional.
I. La obsesión por las variables de la medición afecta las políticas.
Pareciera que el objetivo es modificar la medición, sin importar mucho la transformación real de las condiciones de vida de los hogares o el ejercicio efectivo de los derechos sociales.
No hay otra explicación al incidente del INEGI con el MCS en 2015. Y sobretodo a la desmedida campaña publicitaria (“sano, suficiente y variado”) y las acciones directas en campo para repartir “cartillas” o estados de cuenta”. Se busca modificar las respuestas sobre las carencias en la Encuesta 2016 que se inicia en las próximas semanas. Lo que también afecta su comparabilidad.
II. No hay posibilidad de triunfalismo. Los 3.3 millones de hogares con menor ingreso (Decil I) viven con menos de $90 al día, para más de 4 personas ($2,723 al mes).
El 10% de la población concentra la mitad del ingreso y el restante 90% la otra mitad. Poco más de un millón de personas (el 1%) concentra el mismo ingreso que 68 millones de personas (el 60%).
Con cualquier medición, la desigualdad en México es abismal. Impide el ejercicio de derechos para millones de personas. Genera obstáculos a la movilidad social y perpetúa la pobreza.
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