Durante la última década en México, hay más pobres; cada vez podemos comprar menos cosas con lo que ganamos y el incremento en el costo de las cosas ha rebasado por mucho el incremento de nuestros ingresos. La política de desarrollo social no ha funcionado en nuestro país.
A propósito de las próximas elecciones, es un buen momento para preguntarnos: ¿cuál es la calidad de la democracia en México? ¿Cuáles son los resultados de nuestra democracia, no para los partidos y los políticos sino en la vida diaria de las personas?
Un elemento básico de cualquier democracia es que los gobernantes nos digan cómo vamos. De ahí la importancia del Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2018, elaborado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en el que se analiza el desempeño de la política de desarrollo social en México de los últimos diez años.
Los hallazgos del informe, sin embargo, muestran una realidad poco alentadora:
- Si bien ha habido una reducción en la mayoría de las carencias sociales, la calidad y el acceso efectivo siguen siendo un gran pendiente.
- Entre 2008 y 2016 la pobreza aumentó en 3.9 millones de personas.
- Entre 2005 y 2017 el poder adquisitivo del ingreso laboral de los hogares se redujo 10.6%.
- Los jóvenes (entre 15 y 29 años), tienen mayores dificultades para encontrar empleo, y quienes lo hacen es en la economía informal en situaciones de precariedad laboral por falta de seguridad social, incertidumbre en cuanto a la duración del empleo, bajos ingresos y ausencia de prestaciones.
- Hay una brecha preocupante en el acceso a la seguridad social al ubicarse en niveles semejantes a los de países como Guatemala (64.9 por ciento) o Bolivia (61.4) y muy distante de países como Chile (15.5) o Brasil (22.8).
- Consistentemente hay grupos de población cuyo ejercicio de derechos se encuentra gravemente comprometido: mujeres, indígenas, adultos mayores, jóvenes, niñas, niños y adolescentes.
Es decir, hoy en México: hay más pobres que hace diez años; cada vez podemos comprar menos cosas con lo que ganamos; el incremento en el costo de las cosas ha rebasado por mucho el incremento de nuestros ingresos; y vivimos la crudeza de una realidad en la que las condiciones de origen determinan casi como una fatalidad el destino de las personas, al condicionar las oportunidades a las que tendrán acceso (o no) durante toda su trayectoria de vida.
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