Las mujeres en México han dicho basta frente a la violencia. Razones les sobran. Todas estamos emplazadas. Todas nos podemos sumar desde nuestro propio lugar. Sumo más razones que también son expresiones de violencia y discriminación.

Las mujeres en México han dicho basta frente a la violencia. Razones les sobran. Todas estamos emplazadas. Todas nos podemos sumar desde nuestro propio lugar. Sumo más razones que también son expresiones de violencia y discriminación.

Aclaro que no hacen falta más razones. El feminicidio se ha duplicado de 2015 a 2019. El acoso sexual es tolerado, justificado y ejercido cotidianamente por millones de varones que se sienten con derecho a ejercer su poder (por mínimo que sea) frente a las mujeres en el trabajo, la escuela, la calle y todo lugar.

La revictimización de las mujeres víctimas de violencia sexual es práctica sistemática de policías, ministerios públicos, medios de comunicación, redes sociales y grupos de amigos o colegas. Las pocas excepciones confirman la regla.

Explicito otras razones más bien para mostrar lo arraigado que están la cultura y las prácticas que agreden y discriminan a las mujeres también en otros ambientes. Pongo ejemplos del sistema de salud y de la economía.

El sistema de salud utiliza la esterilización femenina como principal medio de planificación familiar. Casi la mitad de las usuarias de métodos anticonceptivos se les aplicó la “OTB” (siglas de oclusión tubaria bilateral) o salpingoclasia (48.5%).

La desproporción en métodos para hombres y mujeres es abrumadora. La distancia entre OTB y vasectomía es 18 a 1. No hay justificación médica alguna, la vasectomía es un procedimiento de menor costo y riesgo, pues no requiere cirugía. (Datos ENADID 2018, INEGI).

La OTB requiere consentimiento informado, dado su carácter definitivo. La práctica más frecuente en México, en hospitales de salud pública, es conseguir ese “consentimiento informado” durante la labor de parto. Esto es abiertamente violencia sexual.

Resulta llamativo que el 10% de mujeres esterilizadas sean menores de 29 años. Y más aún que el uso de la OTB sea más del doble entre quienes tienen menor escolaridad (75%) que quienes tienen educación superior (33%).

También en la economía hay estructuras de discriminación “normalizadas”. Las mujeres tienen menos acceso al trabajo remunerado y cuando lo tienen ganan menos y tienen que trabajar doble jornada.

La participación laboral de las mujeres en México es de las más bajas de América Latina. Solo 4 de cada 10 mujeres en edad de trabajar lo hacen (42%), en contraste con el 75% de los hombres.

Las mujeres ganan 17% menos que los hombres. Para ganar lo mismo necesitarían trabajar meses de 35 ó 36 días o años de catorce meses.

Además las mujeres que trabajan, dedican otra jornada completa a labores de cuidado y domésticas (43 horas), en contraste con los hombres que trabajan y dedican sólo 17 horas a estas tareas. (Datos del Observatorio de Trabajo Digno www.frentealapobreza.mx)

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