La pobreza laboral es generada por políticas como contención salarial y permitir contrataciones sin seguridad social

Uno de los grandes retos del próximo gobierno es mejorar el nivel de vida de la mayoría. Reducir la pobreza es indispensable. No bastarán actos simbólicos. Se requieren cambios de fondo de las políticas que no son efectivas y sobre todo de aquellas que generan pobreza. La pobreza laboral se puede minimizar.

La pretensión de Meade al llegar a Sedesol fue modificar las respuestas a la encuesta del Inegi usada por Coneval para medir la pobreza. La Sedesol entregó millones de “cartillas” para subir el ingreso reportado en las encuestas. Con campañas como “sano, suficiente y variado” se intentó reducir la carencia alimentaria de manera artificial. Incluso se cambió el operativo del Inegi, lo que derivó en que los datos no fueran comparables y Coneval cancelara la medición de 2015.

Si el nuevo gobierno asume que “para el bien de todos, primero los pobres” requiere acciones serias. Y por cierto, también mantener la credibilidad y autonomía del Coneval.

Para enfrentar la pobreza hay que comprender las dos variables mayores en la medición oficial: los bajos ingresos y la falta de seguridad social. Los datos muestran que la mitad de la población carece de ingreso suficiente para adquirir lo más básico para sobrevivir. Y casi 6 de cada 10 personas carecen de afiliación a la seguridad social.

Esas dos variables reflejan la problemática de fondo. Muestran dos realidades distintas: la pobreza laboral y la pobreza crónica.

La pobreza crónica tiene arraigo territorial secular. Son hogares con ingreso muy bajo e inestable que también padecen carencias graves como desnutrición infantil y abandono escolar. Esta combinación propicia la reproducción de la pobreza y su herencia. Trataré de explicarla en mi próxima colaboración en este espacio. Ahora abordo solo la primera.

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