Millones de desempleados, de los que trabajan por su cuenta y de quienes se emplean en micro empresas no solo no podrán atender el aislamiento, sino que requieren de apoyos adicionales. Aquí algunas propuestas.
La pandemia del Covid19 en México obliga a voltear los ojos a los que menos tienen. Su bajo ingreso y carencias los convierte en los más vulnerables en el escenario de la extensión masiva del virus, que impone el aislamiento y la sana distancia. Millones de desempleados, de los que trabajan por su cuenta y de quienes se emplean en micro empresas no solo no podrán atender el aislamiento, sino que requieren de apoyos adicionales. Aquí algunas propuestas.
Las crisis, como la que estamos viviendo ante la pandemia del Covid19, sacan lo mejor y lo peor de las personas. La reacción natural ante el miedo y la incertidumbre es egoísta. Pero también en situaciones de crisis se multiplican los ejemplos de generosidad que a veces incluso llegan al heroísmo.
Lo deseable sería poder alinear el bien personal / familiar al bien común. Lo lógico sería equilibrar el interés propio con el interés colectivo. No se requieren sacrificios extremos, basta únicamente una buena dosis de empatía y solidaridad.
Para mirar más allá del interés propio (personal / familiar), el primer paso es comprender que nuestro entorno no es un fiel reflejo de la realidad colectiva.
En ambientes privilegiados se suele olvidar que la mayor parte de la población vive en condición de vulnerabilidad con múltiples carencias. El primer paso para lograr empatía es reconocer la existencia de “otros y otras”.
En este blog con frecuencia usamos datos duros. Estadísticas oficiales que fundamentan nuestro análisis y nuestras propuestas frente a la pobreza y la desigualdad.
Hoy queremos refrescar esos datos, pero sobretodo queremos ponerles rostro, a partir de un hecho que hoy se volvió imperativo de salud pública: el aislamiento social y la necesidad de trabajar desde casa, o como le dicen, el “home office”.
Millones de personas están impedidas de esta condición, que desafortunadamente se vuelve una nueva situación de privilegio reservada a una minoría. Sin pretender cubrir todas las posibilidades, les invito a visualizar a quienes no pueden “trabajar desde casa”:
- 8 millones de personas desempleadas, es decir, que no tienen ningún trabajo que hacer en casa o en cualquier otro lugar.
- 12 millones 400 mil personas que trabajan por su cuenta. No tiene patrón al cual pedirle apoyo o permiso de faltar. Muchas no pueden dejar de trabajar porque viven al día. Y muchas tampoco pueden modificar su lugar de trabajo, por ejemplo, su punto de venta. Representan casi una de cada cinco personas ocupadas (22.5%).
- 21 millones de personas que tienen empleo y trabajan en micro y pequeñas unidades económicas. Una parte sustancial de ellas, son trabajos que no pueden cambiar de lugar, por ejemplo, trabajadoras del hogar. Son casi 2 de cada 3 personas con trabajo subordinado asalariado (64%). Muchas de estas unidades económicas no pueden resistir una semana sin producir y generar ingreso, ya no digamos 3 meses. Serán las primeras víctimas de quiebras y despidos.
- Además, están también quienes trabajan en establecimientos de salud y están diariamente expuestas a contagios de todo tipo de enfermedades, no solo de Covid19.
- Quienes trabajan en producción, distribución y comercialización de alimentos y otros productos de primera necesidad, como medicamentos, de quienes depende toda la población para mantener el abasto funcionando de manera regular.
- Quienes trabajan en el transporte público, en el transporte urbano en las ciudades y en las líneas de autobuses, aerolíneas y otros medios, así como en el transporte de productos.
- Quienes trabajan en seguridad y policía, o en el mantenimiento y reparación de la red de energía eléctrica, quienes mantienen funcionando los caminos y las vías de comunicación, como el hoy indispensable acceso a internet, y muchos otros trabajos que simple y sencillamente no pueden detenerse y no se pueden transferir al hogar.
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