Agosto 2, 2021

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La precariedad laboral en la raíz de la pobreza en México

Comunicado 18/21

  • Urge transformar el sistema laboral y separar la salud de las prestaciones laborales
  • Sin ingreso laboral suficiente para superar la pobreza la mitad de los hogares
  • Sin ingreso laboral suficiente para una vida digna el 90% de los hogares
  • El gasto ciudadano en salud se incrementó 44%: Más de 180 mil millones en 2020
  • El 60% del monto a pensiones y jubilaciones en hogares de mayores ingresos
  • Los programas sociales son  insuficientes para aliviar la pobreza

Los datos más recientes de ingresos y gastos de los hogares confirman que la pobreza se produce desde la precariedad laboral. La pandemia agravó la situación del deficiente sistema laboral; sus efectos ya estaban en la raíz de la pobreza desde hace varios años.

Ya había millones de hogares sin ingreso suficiente para cubrir lo más básico, ahora más de la mitad de los hogares no supera el umbral de la pobreza. Los hogares ya gastaban millones de pesos de su bolsillo para cuidar su salud aun con afiliación a servicios públicos “gratuitos”, ahora el gasto es 44% más. La seguridad social excluye a millones de personas y concentra las pensiones en los hogares de mayores ingresos.

Esto puede cambiar. Urge reordenar el sistema laboral para colocar los derechos laborales en el centro, para establecer una nueva política de remuneraciones hasta lograr salario digno y para trazar la ruta que permita romper la cadena que amarra la salud a las prestaciones laborales y construir un sistema universal de protección social sin condiciones y sin exclusión, incluyendo un sistema de cuidados que propicie la participación de las mujeres en la población económicamente activa. 

  • Trabajos que producen pobreza

Para los mexicanos, el trabajo es la principal fuente de ingreso. Casi ¾ partes del ingreso líquido de los hogares depende del trabajo (73%) y 9 de cada 10 hogares percibe ingresos laborales (89%). 

El dato más preocupante es que casi la totalidad de los hogares carece de un ingreso laboral digno, pues el 90% de los hogares tienen un ingreso laboral promedio que no llega a 20 mil pesos (el promedio de ingreso laboral del “decil IX” es $18,694). (Ver figura 1)

El promedio del ingreso laboral por hogar es de $10,701, y -también en promedio- casi 2 personas por hogar participan en la población económicamente activa (1.7 personas por hogar en la PEA). 

Lamentablemente alrededor de la mitad de los hogares tiene un ingreso laboral menor al costo de dos canastas básicas. Son hogares que no pueden comprar lo más indispensable para 2 personas. El trabajo no les permite superar el umbral de la línea de pobreza, pese a que en muchos hogares trabajan 2 personas o más (En promedio, hay 1.6 personas ocupadas por hogar). (Ver figura 1)

Figura 1. Ingreso laboral 2020 (por deciles de ingreso)

  • Trabajamos más y ganamos menos

La pérdida de ingresos de los hogares en 2020 fue provocada por la reducción del ingreso laboral. Entre 2018 y 2020 el ingreso laboral cayó 10.7%, cerca del doble de la caída del ingreso corriente de los hogares (5.8%). (Ver figura 2)

Sin embargo, la situación previa no era satisfactoria. Desde 2018, más del 40% de los hogares carecía de ingreso suficiente para adquirir dos canastas básicas, pese a que en promedio hay casi 2 personas trabajando en cada hogar (1.7 personas ocupadas por hogar). Y el 90% de los hogares tampoco ganaba un salario digno ya en 2018.

Los hogares de menores ingresos (decil I), son los únicos sin pérdida sino más bien aumentaron ligeramente su ingreso. En proporción avanzaron 13%, pero en cantidad eso representa 167 pesos al mes, entre 5 y 6 pesos más por día, para el hogar completo. (Ver figura 2)

Figura 2. Ingreso laboral por deciles de hogares, 2018 y 2020 (pesos constantes de 2020)

  • Seguimos muy lejos de la cobertura universal de los servicios “gratuitos” de salud

Pese a la promesa de garantizar el derecho a la salud, a través de servicios públicos “gratuitos” para toda la población, entre 2018 y 2020, el número de hogares que tuvieron que pagar por cuidar su salud se incrementó 30%. Más de 2/3 de los hogares tuvieron gastos privados para el cuidado de la salud (68%), en total fueron 24.3 millones de hogares, casi 5.6 millones más que en 2018. 

En ese periodo, el gasto privado de bolsillo en salud, que ahonda la pobreza, se incrementó 44% en términos reales. Los hogares gastaron 181 mil millones de pesos en cuidados de la salud, 55 mil 618 millones de pesos más en términos reales que en 2018, mientras se apretaron el cinturón en gastos como vestido y calzado, educación y entretenimiento o alimentos y bebidas. 

El rubro con mayor gasto privado en salud es la compra de medicamentos, con un monto de casi 68 mil millones de pesos, 25 mil millones de pesos más que en 2018 (59% más que en 2018).

El pago de servicios médicos representó un gasto de bolsillo de casi 54 mil millones de pesos más, un incremento anualizado de casi 17 mil millones de pesos (45% más que en 2018).  

Los gastos de hospitalización requirieron 34 mil 500 millones de pesos adicionales, un incremento de 9 mil 600 millones respecto a 2018 (38% más).

Estos montos y su incremento confirman la crisis de abasto y acceso de medicamentos y la falta de acceso efectivo a los servicios públicos de salud. (Ver figura 3)

Figura 3. Gasto privado en salud 2020 (anual)

El gasto privado en salud afecta más a los hogares de menores ingresos pues representa una mayor carga sobre su ingreso. El gasto privado en salud representa el 3% del ingreso líquido de todos los hogares, sin embargo, para los hogares de menor ingreso, esta proporción se eleva más del doble: 7.2% (para hogares del decil 1).

  • El seguro social excluye y los programas sociales no bastan 

El seguro social en México deja fuera a más de la mitad de la población, entre el 55% y el 60% carecen de afiliación . . . aunque trabajen.  Pero no solo eso, millones de personas trabajan una parte de su vida afiliadas y otra no. Se estima que solo el 25% de quienes tienen afiliación al seguro social (que son menos de la mitad de quienes trabajan), permanecen afiliados durante toda o casi toda su vida productiva. 

El resto, ¾ partes que si logran afiliación por temporadas, fluctúa entre “formalidad” e “informalidad”. Y por ello, se estima que al menos la mitad de las personas que sólo por ocasiones están afiliadas al seguro social no alcanzará a cubrir el monto de ahorro ni el número de semanas de cotización para lograr una pensión. Además, en otra decisión incomprensible de exclusión y discriminación, quienes no logran pensión, pierden su afiliación a la salud de la seguridad social, si no alcanzan la jubilación conforme a la nueva ley.

Esto produce muchas formas de exclusión. Una de ellas es que solo quienes tienen los mayores ingresos laborales y los hogares de mayores ingresos, sean quienes concentren las pensiones y jubilaciones. 

Hay una gran concentración del monto de pensiones y jubilación en los estratos con mayores ingresos. Los hogares de los deciles IX y X (los de mayor ingreso) reciben más del 60% del total del monto de pensiones y jubilaciones. En contraste, los hogares de los deciles I y II (los de menor ingreso) captan únicamente el 2% del monto. Aunque es mayor el número de hogares con pensiones en los deciles más altos, la diferencia en presencia de personas adultas mayores no es tan grande y más bien puede reflejar la exclusión en detrimento de hogares más pobres. (Ver figura 4)

Figura 4. Porcentaje de hogares y de ingresos captados por decil, respecto al total de hogares e ingresos pensiones y jubilación, 2020

Los programas sociales, como la pensión de adultos mayores alivian en parte la situación, pero no la pueden compensar  De hecho, se ha incrementado el monto de apoyos de programas sociales que reciben los hogares de mayores ingresos y se ha reducido la cobertura relativa de los programas en los hogares de menores ingresos.

Los programas sociales excluyen a ⅔ o más de los hogares más pobres, aunque si tienen un poco de mayor cobertura en esos primeros deciles de hogares (Ver figura 5)

El monto promedio que reciben los hogares más pobres por parte de los programas gubernamentales es menor al que reciben los hogares de mayor ingreso. Entre $1,089 y $1,250 en los dos primeros deciles de menores ingresos y $1,495 en el decil X de mayor ingreso (ver figura 6).

Figura 5. Cobertura de programas gubernamentales

  1. Ruta para la reactivación económica y para acabar con la pobreza laboral

En 2020 la crisis asociada a la pandemia redujo el ingreso un poco más, pero las condiciones estructurales de pobreza y precariedad laboral se han acumulado por décadas. Para acabar con la pobreza laboral y también para reactivar la economía activando el mercado interno, urge reordenar el sistema laboral y poner los derechos laborales y el salario suficiente en el centro del modelo económico.

La ruta para reordenar el sistema laboral está en marcha. Hay procesos iniciados que deben consolidarse y acelerarse: La reforma laboral y la nueva política de recuperación salarial. 

Hay reformas iniciadas que pueden crear condiciones para la inclusión económica de las mujeres, como la reforma constitucional que crea el “Sistema Nacional de Cuidados”, siempre y cuando cuente con presupuesto suficiente para ampliar la oferta de estancias infantiles y otros servicios de cuidados.

Hay iniciativas empresariales que deben impulsarse desde una cultura seria de responsabilidad social empresarial. Por ejemplo “Empresas para el Bienestar” y “México Digno” de manera voluntaria adhieren a mejores estándares laborales y a pagar salario suficiente.

Pero aún está pendiente acordar una transformación de fondo de la política social que tendría un profundo impacto positivo en la economía y el trabajo. Esta transformación requiere desvincular la salud y el resto de los componentes de la seguridad social (como las estancias infantiles o la vivienda) de las prestaciones laborales.

 La salud es un derecho humano, no puede seguir siendo una “prestación laboral”. El modelo de seguridad social segmenta los servicios de salud, mantiene excluida a más de la población, incrementa costos para la creación de empleos, reduce salarios y remuneraciones a quienes trabajan y genera incentivos a la informalidad. 

Desvincular salud de las prestaciones laborales permitiría construir un “piso” garantizado para el ejercicio de derechos sociales y colocaría el trabajo digno en el corazón del modelo económico para lograr crecimiento sostenido fortaleciendo el mercado interno.

Desde la sociedad civil estaremos trabajando junto con las organizaciones empresariales, sindicales y en interlocución con autoridades y poder legislativo para impulsar estos cambios que permitan reordenar el sistema laboral y eliminar la pobreza laboral. 

#QuienTrabajaNoDebeSerPobre 

Contenido producido por: Dinamismo y Estudio Frente a la Pobreza A.C