La alternancia no generó democracia efectiva. Los partidos se cerraron. Para ganar hay que recuperar la agenda de la transición como en los mejores tiempos de las batallas democráticas de los 90.
Mucha gente quiere votar bien. Ya muchos saben que equivocarse en la boleta tiene costos. Pero no es fácil, hay muchos agravios. Está ganando el coraje. En la confusión es difícil entender cuál es el dilema.
Formo parte de una generación que luchó por la transición a la democracia. Logramos el primer IFE autónomo. Un IFE confiable que fue clave para que llegara la alternancia, primero al Congreso en 1997 y luego en la Presidencia en el 2000.
Fue un gran paso. Pero no fue suficiente. La alternancia no generó democracia efectiva. Los partidos se cerraron.
En México no hemos vivido una democracia con resultados para la gente. Y quienes padecimos el régimen autoritario del siglo XX ya no somos mayoría.
En ese régimen no había contrapesos institucionales. El Congreso obedecía al presidente. Los gobernadores también. Sindicatos, uniones campesinas, asociaciones de profesionistas y hasta grupos empresariales, pertenecían a la CTM, la CNC y la CNOP, que a su vez eran parte orgánica del PRI.
Y así se obedecían los dictados del presidente en turno. El sistema político funcionaba para gran beneficio de unos cuantos. Aunque con dos aspectos valorados: cierta estabilidad y algunos avances de bienestar.
Ante el caos que hoy vivimos hay quienes añoran ese pasado. Además quienes no lo vivieron les cuesta medir el riesgo. “No podemos estar peor”, suponen erróneamente.
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