Con la transición demográfica que vivimos crece el número de personas en edades avanzadas en cantidad y proporción. En 2016 hay 12.3 millones de personas de 60 años y más. Para 2050 se estima habrá casi el triple: 32.1 millones. Sólo este dato revela la importancia que tendrá contar con buenos servicios de salud durante las próximas décadas.
En múltiples felicitaciones decembrinas se intercambian todo tipo de parabienes y buenos deseos. Entre ellos, uno de los más frecuentes es “¡que haya salud!”, muy asociado al anhelo de “un mejor año”. Conforme avanza la edad de quienes se felicitan así, la referencia a la salud se hace más frecuente.
La salud constituye un bien invaluable. Es la sustancia de la vida. En ocasiones extremas, perder la salud es perder la vida misma. Los problemas de salud siempre afectan la calidad de vida.
Con la transición demográfica que vivimos crece el número de personas en edades avanzadas en cantidad y proporción. En 2016 hay 12.3 millones de personas de 60 años y más. Para 2050 se estima habrá casi el triple: 32.1 millones. Sólo este dato revela la importancia que tendrá contar con buenos servicios de salud durante las próximas décadas.
Con los hábitos alimenticios, de consumo, de trabajo y ocio con poca actividad física, se vive una transición epidemiológica en la que se multiplican las “enfermedades no transmisibles” también conocidas como “crónico-degenerativas”, las más frecuentes y “famosas” son la Diabetes Mellitus (DM) y la Hipertensión Arterial (HTA), que constituyen dos de las principales causas de muerte entre población adulta.
Estas son las enfermedades más comunes y crecientes que van a afectar la vida de millones de personas. Son las amenazas al buen deseo “que haya salud” y a un “feliz año nuevo”.
La Salud es un derecho humano esencial. Y por eso garantizar el acceso a servicios de salud de calidad es una de las principales obligaciones del Estado.
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